A lo largo de mi vida he practicado múltiples disciplinas. Dentro de ellas la que me lleva a la vida de servicio a la comunidad es la Asociación de Scout del Guayas, de la que en este momento soy presidente, y debido a ello he podido hacer muchas otras actividades, una de las más relevantes y gratificantes para mí ha sido el buceo. Empecé aproximadamente hace nueve años, de la mano de la escuela SeaLion, dirigida por su fundador Alejandro Muentes, aquí en Guayaquil.
Se conocen generalmente dos tipos de buceo: recreacional o deportivo y el industrial. El buceo que nosotros hacemos –en SeaLion– es el de búsqueda y rescate; no existe en el Ecuador otra escuela que lo practique. Somos capacitadores del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Policía Nacional. Especialistas en hacer buceo donde nadie más lo hace.
Tengo la dicha de haber buceado en uno de los lagos más altos del Ecuador, Cuicocha, en Cotacachi, a 3.068 metros de altura sobre el nivel del mar, a una profundidad de 42 metros. Mi última inmersión fue en una represa del Ecuador, las compuertas no cerraban y el trabajo duró tres días. Uno de los miembros del equipo de buceo, debido a problemas por descompresión estuvo hospitalizado. Nos sumergimos a una profundidad de 69 metros, en visibilidad cero y lo terminamos excelentemente bien. De hecho, ACUC, que es la escuela internacional de buceo a la que nosotros nos debemos, le reconoce solamente a SeaLion esta especialidad: una escuela ecuatoriana, conformada por guayaquileños, por lo que uno de los puntales de nuestro equipo es que hacemos inmersión en el río Guayas, cuya corriente es extremadamente fuerte.
Muchos han intentado practicar este tipo de buceo para ser parte del equipo de capacitación, pero a medida que el riesgo y la dificultad se elevan, la persona desiste, porque las capacidades físicas y psicológicas que se requieren son altas. Cuando se trabaja en visibilidad cero, con temperaturas bajo los 10 grados centígrados, se tiene que ser una persona calmada y asertiva. Se debe aprender a hacer las cosas en penumbra total, sabiendo que su conocimiento y capacidad son los únicos que lo llevan al éxito.
Tenemos un lema en nuestra vida: “Prohibido fallar”. Si fallamos, ya no la contamos. Cuando hacemos una inmersión extrema, que son pasados los 60 metros, nuestro tiempo abajo del agua es de apenas 5 minutos para bajar, rastrear, encontrar y marcar. El siguiente buzo de relevo, ya una vez marcado, desciende y recupera. Por eso somos de la especialidad búsqueda y rescate. Fui parte del equipo que buscó a los Restrepo en la laguna de Yambo; en la represa Daule-Peripa fuimos a rescatar un cadáver de un miembro del Ejército. A pesar de lo difícil o grotesco que suene decir que encontrar un cadáver es gratificante, cuando le devolvemos el cuerpo a un familiar lo primero que nos dicen es “gracias, porque ahora sé adónde puedo rezar”.
En cuanto al beneficio que damos a la comunidad, somos asesores en planes de seguridad acuática, la que se debe aplicar en esteros, mares y ríos de nuestra geografía. Si le transmito la seguridad acuática a los centenares de niños que se bañan en el estero Salado, estoy salvando vidas.
Las personas que conformamos el equipo de instructores, constituido hace siete años, compartimos una trayectoria de scouts: nos mueve el deseo de ayudar y cada uno tiene una profesión específica que nos ha ayudado a conformar un equipo multidisciplinario: yo soy ingeniero mecánico, el tecnólogo Alejandro Muentes hace la parte de la experticia en el buceo, están los tecnólogos Édgar Carrión y Alejandro Peñafiel, y en la parte administrativa y legal el licenciado Christian Arenas.
Es gratificante hacer algo no solo diferente, sino también que en realidad valga la pena. El buceo de búsqueda y rescate es una disciplina de hacer las cosas con calma, correctamente y sin error.
* 34 años de edad.
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